martes, 2 de julio de 2013

Cincuenta años de la publicación de "Rayuela".



Se cumplen cincuenta años de la publicación de Rayuela (1963), una novela iniciática que leí a mis 22 años y me conmocionó, tanto que la volví a releer en tres o cuatro ocasiones más, cada vez en una edición distinta. Se ha dicho que Rayuela y el mundo cortazariano tuvo, más que lectores, "creyentes", adeptos, seguidores ... y yo fui uno de ellos, que fui detenido por la policía en febrero de 1984 cuando con mis alumnos realizábamos un homenaje al fallecido Cortázar. El mundo de Cortázar, el mundo de Rayuela, era radicalmente rebelde, fragmentario, iconoclasta ... y nosotros, muchos de nosotros, nos sentíamos plenamente representados en ese intento de dinamitar las estructuras narrativas y existenciales de un tiempo que, ingenuos, creíamos bobo y caduco (no sabíamos lo que vendría después).

Me sabía de memoria fragmentos de la novela, escribía e imitaba su estilo, y esperaba a una amante como la Maga que tal vez aparecería por el Pont des Arts entre la niebla en París, tras asistir a una reunión de aquel elitista club de la Serpiente en que Horacio Oliveira hablaba de jazz y de literatura. Rayuela fue todo el sentimiento real y místico de un tiempo joven, de una época en que pretendíamos cambiar el mundo y la novela nos daba los explosivos estéticos para hacerlo. Y no es que Rayuela fuera una novela política, no. No había en ella ninguna reflexión al uso sobre política. No, era un estado de ánimo, que compartíamos saltando de fragmento en fragmento ... degustando un tiempo a caballo entre el existencialismo y la revolución del mayo del 68, en que se intuía que debajo de los adoquines había playa. Sonaban Janis Joplin, los Beatles, los Rollings, Jim Morrison, Simon y Garfunkel... y nosotros afinábamos nuestras guitarras con los acordes de la nueva música sincopada de aquella novela-antinovela que tiene en esos meandros y recorridos infinitos por la ciudad de París y Buenos Aires, un culto a la concepción literaria capaz de transformar el mundo y la realidad, tal como proclamó el surrealismo. Nunca antes se había hecho tan efectiva la unión entre literatura y revolución.

Yo estaba enamorado de la Maga, no podía entender por qué la menospreciaban aquellos pedantes del club de la Serpiente, me atraía su sentimiento maternal y su sensibilidad ... El episodio de la muerte de Rocamadour es uno de los pasajes más escalofriantes que he leído, ante el cinismo de ese personaje que es Horacio Oliveira, cuyo nombre yo utilicé como alter ego en varias ocasiones en mis escritos.

Leí la novela varias veces sin los capítulos prescindibles, y luego la volví a leer con ellos, entrando en ese juego exquisito del azar como mecanismo creador ... No entendí que salieran otras novelas distintas pero era un gozo perderse por el laberinto de espejos de aquel mundo y aquella época que consideré tan radicalmente mía.

Desafortunadamente, tiempo, mucho tiempo después, he intentado regresar al mundo de Rayuela y me ha invadido el desencanto, la frustración, un cierto tedio ... porque sabía que aquellos instantes en los que fue leída las primeras veces no se iban a volver a repetir, yo ya no era el mismo, ni mis expectativas tienen nada que ver con las de aquel joven inquieto y rebelde de poco más de veinte años ... y la época nada tiene que ver con aquellas reflexiones existenciales que tanto nos cautivaban. Ya no somos los mismos, efectivamente, y es difícil comprender para las nuevas generaciones que entren en Rayuela y en general el mundo cortazariano que aquello era un universo compartido en que creíamos que la realidad podía imitar a la literatura, y que todo era posible.

Hablar de Rayuela me causa un cierto pesar, un íntimo dolor ... pero lo cierto es que en cierta manera, encontré a la Maga y estoy con ella compartiendo mi vida, alejándome de esa visión elitista y pedante de aquellos aficionados al jazz y la literatura. Esa es tal vez la última e ineludible realidad que ha quedado de aquel tiempo, de aquel estado de ánimo, de aquella efervescencia, de la que se cumplen ahora cincuenta años, y nos damos cuenta de que también hemos envejecido como aquella novela que marcó nuestra juventud más turbulenta y visionaria. 

5 comentarios:

  1. Con Rayuela me ha pasado como con otras obras maestras, a las que llego desde la mitificación y esa aura de divinidad me impide disfrutar de ellas. Me hubiese gustado leerla desde esa óptica que describes tan bien en tu post. Mi lectura fue apresurada y un punto más ligera de lo que requería Cortázar. Para mí, que reverenciaba sus relatos breves, esta novela me pareció excesiva, intensa y magistral, pero excesiva. Años más tarde me ocurriría lo mismo con Bolaño. Tal vez, algún día tenga la paciencia y el ánimo preciso para volver a ella para disfrutarla mejor.

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    1. Creo que es una novela de época, como lo es La dolce vita de Fellini, obras que se pueden reverenciar pero no entender como se entendieron en aquel tiempo, puesto que respondían a inquietudes y realidades muy determinadas. Cuando la releí la última vez ansiaba llegar al concierto de Berthe Trepat lo que algunos han dicho que es lo mejor de la novela, pero no tuve ímpetu para pasar más allá. Cuando yo lo leí en 1978 desconocía su carácter mítico, o, al menos, lo ponía en el mismo nivel que La ciudad y los perros, La región más transparente, Sobre héroes y tumbas o Cien años de soledad. Estaban en el mismo paquete. No tuve que soportar una mitificación innecesaria que no hace sino perjudicar a la obra literaria. Formaba parte de aquel tiempo. Y ya está.

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  2. Vaya, colega, celebro tu cambio de aires si eso es lo que te apetece y motiva en este momento. No comenté tu anterior reseña sobre "La montaña mágica" porque no la he leído. "Rayuela" siempre se me ha resistido, he sido incapaz de hallar en ella la magia que otros veis, me parece un experimento que a unos fascina y a otros repele, como es mi caso. En la facultad todo el mundo la alababa, por eso llegué a pensar que era un bicho raro. Sólo me acuerdo del famoso capítulo en lenguaje "raro", por lo novedoso. Me pasó lo mismo con "La saga/fuga de JB", me parecía un gran esfuerzo creativo pero difícil de leer. Tampoco he pasado de las primeras páginas de "Mazurca para dos muertos", entre otras. Cela me parece inteligente, pero demasiado pagado de sí mismo. Sólo le admiro como autor de "La colmena" y "la familia de Pascual Duarte". Como ves, no soy tan buena y voraz lectora como tú. A ver si este verano me pongo al día en algunas cosillas...
    ¿Cuándo te vas a Canarias? Aquí hace un calor infernal, gracias al abanico y la piscina soporto las llamaradas... Un fuerte abrazo, colega.

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  3. He venido especialmente por Cortázar y me sorprende encontrar que me sucedió con Rayuela igual que a los dos comentadores que me preceden: no le he tenido paciencia, me ha parecido demasiado ambiciosa, demasiado exigente para conmigo lectora. Y le bajé la cortina a Cortázar. Ahora resulta que llega mi hija de diez años de la escuela y me anuncia con algarabía que la seño le ha leído una historia de Cortázar, y me ha dejado con la boca abierta, porque lo que ha interpretado es sencillamente magistral. Y además ha hecho comentarios adulatorios sobre estilo, así es que la tengo agendada como lectura obligada ni bien concluyamos con Dailan Kifki, que estamos leyendo juntas y es simplemente descomunal. A Rayuela, quién sabe, tal vez en algún momento le dé otra oportunidad, como a La Montaña Mágica o a Saramago, pero creo que hay momentos en la vida para ciertas cosas y otros en los cuales esas cosas ya no cuadran: en eso tienes razón. Y no sólo aplica a la literatura.

    Un abrazo, Joselu.

    Fer

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    1. El otro día leía que Rayuela y en general Cortázar había envejecido. Es cierto que fue mucho de un tiempo que ya pasó, un tiempo radicalmente diferente de éste en que estamos, eran otras sus referencias y sus expectativas. Por ello me gusta que tu hija encuentre en esos relatos magistrales algo que sea suyo, que le llegue. También se ha dicho que los relatos siguen siendo actuales a diferencia de sus novelas largas. A mí me cuesta leerlo ahora porque me abre túneles a otro tiempo en que era para mí una referencia formidable. También se ha dicho que sin Cortázar no existiría Bolaño y Los detectives salvajes. Supuso una extraordinaria libertad en la construcción de la obra narrativa. Sin esos gigantes no existiría la literatura de hoy día.

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