Cercano al nacimiento de Leopoldo Alas “Clarín” (1852), Hermann
Melville publicaba en 1851 una narración titulada Moby Dick que fracasó en su momento pero con el tiempo se ha
terminado considerando como una de las obras claves de la literatura
norteamericana y poniéndose a la altura de El
Quijote en cuanto a que hay una dialéctica moral entre el bien y el mal,
representado este último por la ballena blanca.
La historia de Moby
Dick tenía antecedentes documentales y Melville, marinero él, conoció historias sobre
ballenas albinas que habían sido perseguidas por ser consideradas asesinas. De
esto existen precedentes. Pero de lo que no existían precedentes es de la
simbología literaria y metafísica que llega a alcanzar la persecución de la
ballena blanca por parte de los marineros del Pequod y en especial de su capitan, Ahab, que había perdido su pierna en lucha con la ballena, y había
jurado venganza y perseguirla por los siete mares hasta acabar con ella. En
esta lucha se ven implicados los marineros del Pequod y en primera línea Ismael,
el protagonista central de la historia, junto al arponero caníbal Queequeg y a una tripulación de
múltiples nacionalidades que se ha dicho que representan a la humanidad.
La narración de Melville
es escasa pues en el libro de setecientas páginas aproximadamente no son muchas
las que recrean la citada persecución, y sí muchas las que desarrollan un
tratado de cetalogía que va
contrapunteando la narración que se ve continuamente detenida por digresiones
teóricas y documentales, y que algunos críticos sostienen que lastran la
auténtica narración que ocupa un porcentaje reducido de la novela. Y es cierto
que curiosamente la ballena blanca, Moby
Dick, aparece en las últimas páginas de la novela suponiendo el final para Ahab y su tripulación que perecen
abocados a un descenso al abismo por su persecución fanática de la ballena
blanca.
Lo más rico de la novela son sus estratos de interpretación y
simbolismo que han dado lugar a centenares de estudios que analizan los niveles
significativos bíblicos y metafísicos, políticos, sociales ... Y es que detrás
de la persecución de la ballena blanca se ha visto una prefiguración del
fascismo en cuanto al seguimiento absoluto de la voluntad de un líder que lleva
a su tripulación al desastre y a hundirse junto al capitán, a la vez que un
enfrentamiento entre el bien y el mal representado este último tanto por la
ballena, fuerza ciega de la naturaleza, o por el mencionado capitán Ahab.
He leído esta novela en un par de ocasiones en ediciones
distintas. Mi lectura ha sido intensiva. Recuerdo mañanas y tardes enteras de
lectura obsesiva en un bar durante el mes de agosto, que me llevaba a
sumergirme en la narración y en sus meandros cetalógicos que para mí no sobran
aunque todos queremos que la aventura progrese y aparezca la ballena blanca
pero no es así, y asistimos a descripciones de la caza de ballena, a su
descuartizamiento para llegar a esa sustancia central de la ballena que es el
esperma gris en el que algún marinero introduce sus manos y el lector asiste
maravillado a una experiencia metafísica, y entonces es consciente de que todas
las digresiones (casi el setenta por ciento de la novela) llevan a que la
experiencia sea vital o existencial. El
lector ha de saber esperar, igual que esperaron atónitos, en medio de las
tempestades y la calma chicha, los marineros del Pequod siguiendo la voluntad totalitaria del capitán Ahab.
Me he dicho que debo de volver a leer esta novela.
Probablemente sea una de las experiencias lectoras más comprometidas, exigentes
y maravillosas que he vivido.
El otro día leía la parte de esta novela antes del viaje, cuando aquel señor buscaba una aventura, un bote al cual subirse, y me acordé de cuando el Quijote salía en su rocinante. ¿Será que toda buena novela es un viaje?
ResponderEliminarMi Libro abierto.
Sin duda, un buen viaje es un componente esencial en una novela. El viaje tiene un carácter iniciático que transforma al viajero y los lectores asistimos implicados a esa transformación del protagonista que es personaje esencial o simplemente es testigo como en Moby Dick. A mí personalmente me interesa el viaje como elemento estructural de una novela. Me gustan las novelas de viajes, físicos o interiores.
ResponderEliminaresa disgresión que contás de la novela hace que la mire con desdén, en el sentido de no querer meterme dentro de ella... uno de esos títulos que siempre quise leer -desde niño- y que nunca hice... en fin, tu frase final hace que dude de nuevo y me da algo de fuerza... saludos...
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