Este libro de Pocket
Edhasa, totalmente desencuadernado, con más de treinta años en mi
biblioteca me recuerda un tiempo en que mi visión coincidía con la que
expresaban textos como Roland Barthes,
El grado cero de la escritura, Lawrence Durrell, Justine, Carlos Castaneda,
Las enseñanzas de don Juan ... Era un
tiempo en que creía en el acceso a otro tipo de realidad diferente a la
convencional. Había estado en Ibiza al
final de mi carrera siguiendo los pasos de grupos de rock místicos y había de
viajar a Estados Unidos
exclusivamente con dos textos entre los que destacaba el libro de Aldous Huxley, Las puertas de la percepción en que se recrean las experiencias del
autor con la mescalina, droga que me entusiasmaba conseguir en algún viaje
iniciático al desierto de Sonora, o
en Arizona donde se albergaban los
descendientes de los primitivos indios yaquis, recipiendarios de aquella
prácticas mistéricas en el uso de la droga.
Aldous Huxley
realiza dos años antes de que yo naciera (1954) las experiencias que a mí me
hubiera gustado llevar a cabo: trascender la realidad cotidiana y sumergirme en
las dimensiones infinitas de la materia real. Todos hemos de vivir en un nivel
de realidad aceptable socialmente, un nivel que nos lleva a ser meros títeres
de la realidad social impuesta. En ella hemos de ser positivos y optimistas y
reconocer que la mierda que comemos es maravillosa, que estamos satisfechos con
el nivel de conciencia en que vivimos ya que es el único que tenemos y al que
tenemos acceso. Las puertas de la
percepción plantean experiencias distintas, experiencias luminosas, experiencias
psicodélicas de contemplación de la realidad concreta, incluida un puñado de
arena que se ilumina maravillosamente con el fulgor de lo visionario y de la
contemplación de la totalidad y lo universal. La música, la literatura, el arte
en general, adquieren otros perfiles místicos en la visión promovida por una
droga controlada como la mescalina, estado al que no tenemos acceso
habitualmente porque la válvula reductora nos constriñe en un nivel de realidad
convencional. Pero yo en aquel tiempo aún creía en estos accesos
multidimensionales a otros tipos de realidad.
La vida me ha ido llevando a una limitación controlada de
los niveles de realidad, y uno tiene la impresión de que la praxis social solo
permite una vivencia de la realidad en estado gris, plano y unidimensional. Tal
vez la muerte, vivida con serenidad, si nos dejan, permita una reintegración a
esos niveles de sueño, de percepción misteriosa de la realidad concreta, de
tránsito lumínico de dimensión, a otro estadio menos opaco y menos gris.